Jaén, madruga del 11 de julio. Una pareja alerta a la policía de la existencia de un cadáver en la Plaza Santa María, justo enfrente de la catedral. El escenario resulta dantesco, digno del inicio de una película de terror. El cuerpo de un hombre yace tendido, sin vida, boca abajo, desnudo, con medio cuerpo ensangrentado y prácticamente sepultado por plumas y excrementos de ave.
Nadie vio nada, nadie sabe nada. Tan solo las viejas gárgolas del templo son testigos mudos de una muerte producida en tan extrañas circunstancias. Poco antes del hallazgo, una vecina oyó voces que decían “ven aquí Satanás, que soy tu hermano”.
La víctima, Francisco de la Higuera Muñoz era un pacifico ciudadano sin antecedentes a punto de cumplir 60 años. Algunas voces autorizadas repararon en un detalle inquietante, la catedral de Jaén en cuya sombra se había encontrado el cuerpo, es un templo conocido por los amantes del ocultismo.
El obispo quiso que lo enterraran en el Dolmen, que correspondía a la Capilla Mayor, donde se guardan las reliquias del Santo Rostro. Dejó escrito en su testamento que lo enterraran allí, porque esa parte de la catedral la había construido él, pero en unas obras posteriores sacaron provisionalmente el cadáver, que era una momia, y lo pusieron en una cajonera lateral. Cuando acabaron las obras de la capilla, el cabildo de la catedral, que era muy distinto al de la época de Suarez, queriendo romper con esa tradición esotérica, dispuso que no se le volviera a enterrar donde el obispo había manifestado, en el suelo de esa capilla. El pleito entre los descendientes del obispo Suarez y la diócesis de Jaén duró casi cuatro siglos. El llamado obispo in sepulto fue nuevamente inhumado en el año 2002. El pleito lo resolvieron poniendo media tumba dentro de la Capilla Mayor y media fuera.
La catedral de Jaén no es un lugar cualquiera. Su misteriosa historia involucra, según algunos estudiosos, a personajes como el extraño cura francés Berenguer Saunière, que aparece citado como personaje y motor de la trama de la novela El Código da Vinci.
Para entender la historia secreta (la otra cara) de la catedral de Jaén es menester conocer quien la reformó incrustándola de elementos simbólicos que solo algunos iniciados podrían descifrar. Un autentico obispo ocultista, Don Alonso Suarez de la Fuente del Sauce, que vivió en la época de los Reyes Católicos. Pero, ¿cuál era el origen de la información privilegiada que obtuvo el oscuro obispo? La información le vino de la época en la que fue gran inquisidor, tuvo que juzgar a numerosos herejes, y por sus manos pasaron muchos libros de herejías y de misterios. Como investigador, más que como inquisidor, se interesó por todo aquello.
Antes de ser enterrado, al médico Diego Jerez Justicia le concedieron media hora para estudiar el cuerpo momificado del obispo, que había padecido de una enfermedad extraña, enigmática, al igual que le ocurrió en su día al músico Sergei Rachmaninoff y al presidente Abraham Lincoln.
El médico ha declarado “yo anteriormente ya había sospechado, por las manos, que este hombre podía tener, lo que nosotros llamamos una mano aristocrática, o en medicina se le llama aracnodactilia, porque tiene la mano en forma de araña, con los dedos muy largos; entonces sospechábamos que podía tener una enfermedad denominada el Síndrome de Marfan”.
Por lo que cuentan los entendidos en la materia, tanto Suarez (s. XVI) como muchos otros religiosos, ya en el siglo XIX, siguieron buscando la Mesa de Salomón (La Cava) y el conocimiento Hermético. El obispo Manuel Muñoz Garnica, se cuenta que fue visitado por el sacerdote francés Francois-Bérenger Saunière de la parroquia de Renne-le-chateau, la misma que impulsa buena parte del guion del Codigo da Vinci de Dan Brown.
Según el escritor y periodista Lorenzo Fernández Bueno, existe una posible referencia a Berenguer Saunière en el reposabrazos de una de las sillerías del coro de la catedral; sus iniciales, la B y la S. También existen varios paralelismos entre el obispo Muñoz Garnica y Saunière. Ambos, buscaban una reliquia sagrada y disponían de conocimientos herméticos anteriores al cristianismo.
La muerte de Francisco Muñoz a partir de este punto tiene muchos más paralelismos con el pasado de lo que se podría imaginar.
El personaje del Código da Vinci que aparece muerto en el Museo del Louvre de Paris, no por casualidad se llama Saunière y se vincula con el misterio de Renne-le-chateau. Al inicio de la película más taquillera de los últimos tiempos, aparece muerto, desnudo, en una posición muy especial. Hay quien asegura que todo esto, quizás, tenga conexión con un grupo de personas que conocen la obra de Dan Brown y de otros autores que hondaron en las conexiones de la iglesia con el paganismo.
Lorenzo Fernández encuentra una relación entre las plumas y excrementos de ave que sepultaban el cadáver de Francisco Muñoz, con una sociedad secreta que también ha actuado en Jaén llamada La Gorrionera. Se trata de grupo de iniciados que hablan el lenguaje de los pájaros. El primer iniciado que hablaba ese leguaje era Salomón, que está representado justamente enfrente de donde se encontró el cadáver. También comenta la posibilidad que esta sociedad secreta tuviera orígenes masónicos lo cual explicaría perfectamente el hecho que la propia catedral de Jaén, para algunos entendidos, tenga aspectos perfectamente visibles de masonería, como el suelo ajedrezado propio de cualquier logia y símbolos grabados en su fachada gótica como la letra tau.
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